Primer lector (Colegio La Milagrosa)
El día 23 de abril se celebra cada año un homenaje a la literatura, una apuesta decidida por las letras, un compromiso con el aprendizaje del hombre, con la sabiduría y la inteligencia de nuestros antepasados, con la conservación de lo que tal vez sea el fundamento de lo que somos y la base futura de lo que podemos llegar a ser: el conocimiento de la humanidad.
Y el libro, con sus palabras simbólicas que trazan y tienden caminos hacia los significados más profundos; con sus líneas que son como puentes que cruzan de continuo la insondable profundidad del conocimiento; con sus páginas que albergan sueños e ideas, paraísos de papel sobre nuestra propia realidad; el libro, digo, se convierte en el símbolo más poderoso de este día.
Las páginas abiertas de una novela se transforman en un viaje cuyo destino se encuentra en el propio sondeo de la esencia del ser humano. Y nosotros, con nuestros sueños y deseos, nos proyectamos sobre cada letra del camino. Las vocales se convierten en ondulaciones del trazado que esconden ricos manjares de pensamientos al acecho. Las alargadas consonantes se convierten en senderos que nos hacen adentrarnos en nuestras aspiraciones, que nos desvelan la realidad de nuestras intenciones, que nos permiten conocernos mejor, comprendernos, saber quiénes somos.
Segundo lector (Colegio Antonio Molina)
Los cuentos son un derroche de mundos idealizados; un terreno de fantasía donde se desborda la imaginación; un lugar que no existe construido sobre la magia de las palabras. En torno a ellas crecen los habitantes de espacios inconcebibles, colas que se baten sobre colores de todo tipo, alas entre hipogrifos, dragones que escupen misterio, hadas de varitas que no funcionan, sombreros picudos repletos de estrellas, trolls que nos persiguen y llenan de miedo, brujas cuyo mayor peligro es dejarnos embelesados con la lectura.